Impacto de la Crisis Económica de 2008: Orígenes y Consecuencias Globales

Origen

La subida de los precios de las materias primas se sitúa como el comienzo de la crisis económico-financiera de 2008. Este incremento se produjo durante la década de los años 2000, tras el abaratamiento en el período 1980-2000:

  • En enero de 2008, el precio del petróleo superó los 100 $/barril y alcanzó los 147 $/barril en julio, debido a fenómenos especulativos de alta volatilidad que condujeron a un fuerte descenso durante el mes de agosto.
  • El cobre venía experimentando un vertiginoso aumento en su cotización desde 2003, impulsado por la mayor demanda de las nuevas potencias emergentes (China e India) y por la reducción de producción en los países exportadores (Chile). En enero de 2008, la cotización del cobre superó por primera vez los 8000 $/tonelada (máximo en julio: 8940 $). Posteriormente, la cotización del cobre registró una abrupta caída de más del 50%.
  • Materiales esenciales en la producción, como el ácido sulfúrico y la soda cáustica, vieron también incrementados sus precios hasta un 600%.

Desencadenante: la crisis en EE. UU. (hipotecas subprime)

A mediados de 2007, se hicieron patentes los primeros síntomas de las dificultades originadas por las hipotecas subprime (hipotecas otorgadas a personas con muy pocos recursos y muchas posibilidades de no poder hacer frente a las mismas). A fines de 2007, los mercados de valores de Estados Unidos comenzaron una precipitada caída, que se acentuó gravemente en el comienzo de 2008:

  • El banco de inversiones Bear Stearns fue rescatado por la Reserva Federal y vendido a precio de saldo a JP Morgan Chase.
  • Quiebra del banco IndyMac, la segunda quiebra más grande en la historia del país.
  • Pesimismo global sobre el futuro económico de EE. UU., hasta el punto de que la Bolsa de Nueva York sucumbía diariamente a rumores financieros (sufriendo caídas superiores al 20%).
  • En julio de 2008, tuvieron lugar los máximos en los precios de las materias primas, mencionados arriba.
  • En septiembre de 2008, los problemas se agravaron con la bancarrota de diversas entidades financieras relacionadas con el mercado de las hipotecas inmobiliarias (hipotecas subprime – hipotecas basura), como el banco de inversión Lehman Brothers, la aseguradora AIG y las compañías hipotecarias Fannie Mae y Freddie Mac (que reunían la mitad del mercado de hipotecas sobre viviendas). El gobierno norteamericano (Presidente George W. Bush) intervino inyectando 700.000 millones de dólares para salvar algunas de estas entidades.

La expansión de la crisis por el mundo

La crisis se expandió al comprobarse que numerosas entidades financieras de diversos países tenían fondos “contaminados”, es decir, habían comprado paquetes financieros en los mercados internacionales que integraban hipotecas que no podrían cobrarse. Esta situación conllevó una grave carencia de crédito, ya que los bancos se encontraron con una gran falta de liquidez, de manera que los agentes económicos de diferentes sectores se vieron privados de la necesaria financiación para desarrollar la actividad económica.

Dicho de otra manera, las empresas y los consumidores que dependían de esa financiación no pudieron seguir produciendo o comprando, lo que provocó una gran caída de la actividad económica y el aumento del paro, lo cual llegó a ser calificado como la Gran Recesión. Desde finales de 2008 y durante 2009, numerosos bancos fueron intervenidos y nacionalizados en Europa (comenzando en RU, Islandia y Francia). Las autoridades económicas (Bancos Centrales) inyectaron fondos a los bancos privados (préstamos en condiciones favorables) para aumentar la liquidez y bajaron los tipos de interés.

Sin embargo, el mercado de crédito se inmovilizó por la desconfianza entre los bancos (no se prestaban dinero unos a otros por no saber cuántos fondos contaminados tendría cada uno y, por lo tanto, por desconocer la capacidad de pago o devolución del dinero). Todo ello provocó la falta de crédito para las empresas y los particulares, dificultando las condiciones de acceso (interés comercial más elevado en los préstamos e hipotecas), debilitando la actividad económica y generando un grave período de recesión.

Los gobiernos inyectaron entonces miles de millones para salvar a los bancos, creyendo que así se lograría que volvieran a dar crédito, y llevaron a cabo planes de gasto multimillonarios para evitar que no cayera más el empleo y que no se siguieran cerrando empresas. Pero, bien porque fuese insuficiente, bien porque los bancos utilizaron el dinero para otra cosa, lo cierto es que lo único que se consiguió con ello fue aliviar o frenar un poco la parálisis económica que se había provocado, pero no resolver completamente la situación.

El resultado fue que, al disminuir la actividad, cayó la recaudación de ingresos y que el gasto de los gobiernos se multiplicó, así que los déficits se dispararon y la deuda subió de forma acelerada. Los bancos que habían provocado la crisis aprovecharon la necesidad de financiación de los gobiernos y entonces sí les prestaron grandes cantidades, aunque a costa de imponerles duras condiciones a través de reformas muy profundas basadas, sobre todo, en recortar el gasto social y los salarios para que la mayor parte posible de los recursos se dirigiera a retribuirles a ellos. Y con menos gasto, es decir, con menos capacidad de compra, las empresas volvieron a resentirse y su actividad de nuevo se vino abajo, lo que empeoró el empleo y llevó a las economías de varios países a una situación mucho peor, lo que tuvo especial relevancia en Europa.

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