La Era Industrial: Transformación Social y Nacimiento de la Empresa Moderna

1.1 Las Revoluciones Industriales y su Impacto Social

La Revolución Industrial es un complejo proceso de cambio social y económico que tuvo lugar en Gran Bretaña a mediados del siglo XVIII. Este cambio dio origen al capitalismo liberal y posicionó a Gran Bretaña como la primera potencia mundial. Un elemento clave de este crecimiento económico fue el libre juego de la oferta y la demanda y la especialización de los mercados, lo que conllevó a un crecimiento poblacional de tipo vegetativo, mecánico y de urbanización. Este aumento de la población se debió a un cambio demográfico y a la disminución de la mortalidad.

El capitalismo impactó el sector primario, provocando la desaparición de campos convencionales y la desposesión campesina. Al llegar al sector secundario, este cambió radicalmente, lo que conllevó la desarticulación de la producción gremial. El sector terciario, al estar muy intervenido, requería ser liberalizado, intensificado y especializado.

A pesar de la teoría económica liberal, se produjo una fuerte polarización, donde el proletariado se caracterizó por la desposesión de conocimientos y el control sobre el proceso de trabajo. El mercado de trabajo se expandió por las ciudades. En la composición del mercado de trabajo, el perfil del trabajador era el de un hombre blanco en edad productiva. Hasta finales del siglo XIX, el trabajo infantil era frecuente; si bien no fue exclusivo del capitalismo, sí lo fue su extensión e importancia. Existían diversas situaciones desde un punto de vista sectorial, geográfico, etc. El trabajo infantil, a menudo asociado a instituciones como las workhouses, presentaba diversas situaciones.

La entrada del trabajo femenino en el mercado laboral dependía, en muchas ocasiones, de la situación económica y familiar. La mujer se introducía en el mercado laboral cuando la situación económica familiar era desfavorable, lo que hacía que el trabajo femenino fuera menos constante que el masculino. La remuneración de la mujer era muy inferior a la del hombre y, a veces, se realizaba en especies (productos).

El trabajo masculino se fortaleció a lo largo del siglo XIX; por lo tanto, se produjo un descenso del trabajo femenino e infantil, proceso que se consolidó en Gran Bretaña a mediados del siglo XIX. Los niños de corta edad, las niñas y las mujeres casadas fueron las primeras en abandonar el mercado laboral. Otra causa fue el machismo, ya que, a medida que avanzaba el capitalismo, los empresarios se dieron cuenta de que los hombres producían más beneficios que las mujeres. Se produjo el “efecto renta”, el cual aumentó la capacidad adquisitiva real en la segunda mitad del siglo XIX.

1.2 La Primera Empresa Industrial

Estamos ante una nueva forma de organización del trabajo: el “sistema fabril”, el cual implicó la aparición de una nueva relación entre los distintos agentes sociales que participaban en las relaciones laborales. Conviene tener presente la concentración espacial de obreros, empresarios, capital fijo, fuentes de energía y materia prima. Nunca antes se había requerido tal concentración espacial.

La primera empresa industrial, a finales del siglo XIX, era predominantemente familiar. La figura del empresario y sus funciones: Era una empresa familiar y endogámica, gestionada por una dirección reacia a la incorporación de socios externos o a una dirección consorciada. La gestión y la propiedad de la empresa recaían en las mismas personas, ya que los empresarios eran muy reacios a ampliar la dirección, buscando así un control total sobre todos los aspectos de la empresa (trabajadores, salarios, etc.).

Otra obsesión de los empresarios era establecer estrategias de mercado; es decir, prestaban menos atención a los factores de producción (tecnología, trabajo, etc.) y se centraban en la correcta colocación del producto en el mercado. Una vez que el productor alcanzaba los beneficios esperados, su enfoque principal era la distribución del producto.

La organización de la empresa era muy poco compleja, ya que los empresarios eran pocos, muy endogámicos y reacios a que nadie externo entrara en ese círculo, además de que el control era directo. Esta organización se caracterizaba por una única unidad operativa y una única función económica: la transformación de materias primas. Además, tenían un ámbito de acción bastante limitado, con la mayoría de ellas operando a nivel local. Esto influyó en el tamaño de la empresa, que solía ser mediano, debido al control directo del propietario, lo que implicaba que no se consideraran necesarias empresas a gran escala. Las dimensiones estaban limitadas por las fuentes de energía, la maquinaria y la forma de organización del trabajo. Se encontraban en un mercado abierto y virgen, en el que se obtenían altos beneficios, por lo que no necesitaban que las empresas crecieran más.

Otra característica de esta organización era el capitalismo de la empresa, el cual implicaba un fuerte desembolso de capital mediante financiación externa o interna. Los empresarios podían acudir a los bancos, como la banca comercial inglesa, donde los préstamos no eran ingresos fundamentales de su cartera, o la banca mixta alemana, que se caracterizaba porque su negocio fundamental eran los préstamos. Si a los empresarios no les convenía acudir a los bancos, podían aumentar la nómina de socios capitalistas. Para ello, existían las sociedades personales (sociedades entre personas), las sociedades por acciones y las sociedades anónimas, a las que pocas personas acudían.

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