¿Dónde está el dinero?
El 12 de septiembre de 2001, apenas unas horas después del mayor atentado del siglo, el director general de una de las entidades financieras más importantes de España llamó muy temprano -ni siquiera estaba su secretaria aún- a la Tesorería. Allí le cogió el teléfono una mujer que era la número dos -el tesorero estaba de vacaciones- y que, a pesar de sus muchos años de profesión, jamás había oído la voz del director general dirigiéndose a ella:
– ¿Cómo estamos de liquidez? – Fue su pregunta. Y la respuesta de ella fue clara:
– Nunca habíamos tenido tanta en todo el año. (algo que, debo añadir, no fue premeditado, fue pura casualidad)
Automáticamente recibió una felicitación enorme, el director general escuchó las cifras y ordenó que se mantuviera dicha liquidez, que no se prestara ni invirtiera en nada.
Dicha anécdota es real, como también lo fue el error financiero que supuso dicha decisión ya que en pocos días los tipos de interés bajaron espectacularmente en todo el mundo y un dinero que hubiera rentado mucho prestado a otro banco o invertido en deuda pública, permanecía inmóvil. En el fondo dicho director general reaccionó tan primitivamente como muchos de nosotros: ante algo que huele a problemas, queremos el dinero en la mano. Y esa reacción, que esta vez sí que parece resultó correcta, llevó a muchos -particulares, empresas y bancos- en 2008 a vender sus activos (viviendas compradas como inversión, acciones, renta fija privada…) y convertirlos en liquidez, rebajando con ello el precio de todos ellos.
La Deflación y la Ilusión del Dinero
La deflación ha llegado al mundo hace meses si tenemos en cuenta activos como la bolsa, la vivienda y la deuda corporativa. Y además ha sido tan brusca que ha volatilizado billones de euros en capitalización. Muchos preguntan dónde está tanto dinero, ¿Acaso se ha destruido? La respuesta es difícil de entender pero es sencilla: nunca existió.
Basilea II y la Fragilidad del Sistema
El Tratado Internacional Basilea II estableció la relación en las entidades financieras entre los fondos propios y el activo, y estipuló que los bancos cuenten con ocho céntimos de fondos propios por cada euro que hayan invertido (o, dicho de otra manera, que las inversiones no se financien, en general, con más de un 92% de deuda). El que sólo se exija un 8% de fondos propios a un banco a la hora de invertir en préstamos hipotecarios o empresariales es -a mi juicio, por muy legal que sea- absolutamente insuficiente, sólo con que el banco incurra en una morosidad del 8% (muy frecuente en tiempos de crisis) tendría la quiebra asegurada. De hecho, es lo que le ha pasado a todos aquellos bancos que han apurado hasta ese extremo legal.
Pero la expansión económica y los altos beneficios de esta política anularon cualquier inquietud que pudieran tener las autoridades y de este modo, con un dinero inexistente, se propició el inflamiento de precios de determinados activos que todos conocemos. Las prisas por convertir todos esos activos en liquidez han sido el detonante de la crisis actual. Es por eso que se dice que es una crisis de confianza ya que si todos creemos que nuestros activos subirán de precio no querremos venderlos y ante la falta de oferta aún se encarecen más pero si la mayoría queremos venderlos ante la avalancha de oferta y la nula demanda llega el crash.
La Confianza como Pilar del Sistema
De momento, a pesar de la brusca bajada de precio de muchos activos, la confianza, aún herida, no ha muerto, y es posible que, aunque no exista el suficiente dinero como para abonar todos los activos que existen, la economía no se hunda. Evidentemente si todos fuéramos a sacar todo el dinero que tenemos en todos los bancos del mundo ellos no lo tendrían como ningún hipotecado tiene toda la deuda que debe… esa periodificación de deudas, y la confianza en que no tenemos otro sitio mejor donde tener nuestro capital son, en el fondo, la clave de que el sistema no caiga. Es por eso que una de las pocas medidas que han sido comunes en casi todos los estados fue la de garantizar los ahorros depositados en los bancos, operación matemáticamente imposible, pero que cumplió su labor.
La Bolsa y la Inexistencia del Dinero Real
La bolsa suele ser el mercado que primero nota las crisis porque al ser tan líquido es muy fácil vender los activos, y son la mejor prueba de la inexistencia del dinero real ya que el volumen de un solo día de negociación que lo mismo no es ni el 1% de toda la compañía puede provocar variaciones millonarias en la capitalización de toda la empresa. Lo que ocurre es que esto parece sólo preocupar cuando la tendencia es bajista…Pero no caigamos en la trampa de creer que todo lo que no sea valorado en función de la economía real está mal valorado…el Corte Inglés no cotiza en bolsa y podemos asumir por sus beneficios y su patrimonio que su valor total es 10 pero si se pusiera a la venta al mismo tiempo que Inditex, Carrefour y Mercadona en un mercado a la baja, es seguro que no podría venderlo a ese precio. Y es que todo precio es relativo.
El Valor Relativo y la Deuda
Mientras se mantenga el sistema financiero que tenemos es inevitable que siempre haya más deudas -avaladas por algo físico pero deudas- que dinero real y será el valor de tasación que las circunstancias otorguen a ese algo físico usado como aval lo que determine el dinero que existe. Con un ejemplo se ve claro: si compramos una vivienda tasada en 40 y nos endeudamos en 35, la vivienda baja a 20 y nos reclaman la deuda lo hemos perdido todo pero si sube de precio, la volvemos a tasar y la valoran en 60 hasta podemos conseguir si queremos más dinero… y la casa es la misma, sólo cambia nuestra desesperación en un caso y nuestra alegría en el otro. Y como humanos que somos sólo en el caso del fracaso nos acordamos de lo artificial de este sistema, por otra parte exitoso en términos históricos. No obstante, ¿Hay un sistema mejor? O más concretamente, ¿Hay un sistema mejor que no empeore nuestras actuales condiciones de vida en el primer mundo?